
Entran dos mujeres en escena. Una de ellas vestida de ejecutiva y la otra muy elegante con una botella de vino en la mano.
Albacea.- Pues esto es la propiedad, señora.
Susi.- Es horroroso
Albacea.- Hórreo, se llama hórreo.
Susi.- A mí me parece un cuarto trastero.
Albacea.- Bueno, el uso que le dé, ya es cosa suya.
Susi.- ¿Y la casa? ¿Podemos ir a ver la mansión de la que me habla tanto mi marido?
Albacea.- Sí que podemos, en mi despacho guardo una colección de fotos magníficas, donde se aprecia con mucho detalle…
Susi.- ¡Estoy harta de ver fotos de esa casa! ¿Puedo tomar posesión de mi mansión?
Albacea.- Me temo que no va a ser posible.
(Acompaña con un gesto a la otra mujer y le señala el exterior)
Albacea.- Eso es lo que queda. Se vino abajo hace ya cinco años.
Susi.- ¿Eso? ¿Se refiere a esos… esos escombros?
Albacea.- (Asiente) Efectivamente, y además le comunico que el ayuntamiento de la villa ha emprendido acciones legales para obligar a los herederos de Casimiro a limpiar el solar.
Susi.- ¡No me lo puedo creer! Todo lo que queda de la herencia es este horror…
Albacea.- Hórreo, se dice hórreo. No hay mucha gente que tenga una de estas construcciones, tienen un gran valor sentimental.
Susi.- Sentimental, ya, ¿ y en euros? ¿Tiene un gran valor en euros?
Albacea.- Puede… una vez se desescombre y allane el terreno circundante…
Susi.- ¡Lo voy a matar! ¡Le juro que no pasa de esta noche!
Albacea.- Controle sus expresiones, señora, no olvide que luego puedo ser un testigo de cargo.
Susi.- ¿Está usted casada?
Albacea.- No, pero tengo novio y lo estaré este verano.
Susi.- Pues, yo acabo de casarme y ¿sabe por qué estoy aquí y no en el Caribe?
Albacea.- ¿Le gusta más Asturies?…No es por eso ¿verdad?
Susi.- (señala la botella) La traía para brindar por mi suerte. La última de la famosa cosecha del 2001 de la que no se cansaba de hablar mi tío Facundo. El único rico de mi familia. ¿Quiere brindar conmigo?
Albacea.- Estoy trabajando y además no tenemos vasos.
Susi.- (bebe un trago de la botella) No me sea remilgada. Espero que su boda sea mejor que la mía. Brindo por su próxima boda. ¿Qué le ha prometido su novio?
Albacea.- Nada… No sé… se dicen muchas palabras, pero no creo que cuenten como promesas.
Susi.- Mi Jordi me prometió muchas, muchas cosas, y una de ellas fue precisamente una mansión en Asturias. Yo me hubiera conformado con un apartamento en cualquier playa pero él siempre va de sobrado.
Albacea.- Bueno, mujer, no se ponga así… Lo que cuenta es la intención. (Señala la botella) Si es tan bueno como dice lo probaré; sólo un traguito (bebe) Piense que ha sido un malentendido, y alégrese, el hórreo tiene cosas buenas.
Susi.- Un malentendido, efectivamente. Mi boda ha sido un gran malentendido. Debí mosquearme cuando me convenció de que era mejor casarse en una ermita vieja del Montsec que en la Abadía de Montserrat. Era más auténtico, decía.
Albacea.- Y más barato ¿no?
Susi.- Infinitamente, no pagó ni al cura, que era amigo suyo. Incluso claudiqué cuando en el restaurante en vez de canapés, de entrantes, pusieron bocadillitos de choped porque era un homenaje a sus amigos jipis.
Albacea.- Si era un homenaje…
Susi.- Para que no le acusaran de sucio capitalista ¿Sabe usted? Y yo que estaba ilusionada porque pensaba que me casaba con uno.
Albacea.- …¿Y no lo es?
Susi.- ¡Es mucho peor! Es un miserable tacaño… una rata.
Albacea.- Mírelo por el lado bueno… todo ese dineral que se han ahorrado, lo pueden invertir en… en restaurar la propiedad y disfrutar de su… hórreo.
Susi.- Yo quería ir al Caribe de luna de miel, porque soy una chica normal, pero él no es normal. ¿El caribe? Me dijo. No, cariño, el Caribe está lleno de bichos y en las playas te muerden los tiburones en cuanto te descuidas. Iremos a la mansión Casimiro, una propiedad que he heredado de un tío segundo, comeremos bien y beberemos sidrina y serás la reina del Cantábrico. Y aquí estamos… en la mansión Casimiro ( le da la risa) ¿Dónde irá usted de luna de miel?
Albacea.- ¿Yo?…Al caribe. (le pasa la botella) Sí que está bueno el condenado. De momento pueden ir a un hotel y una cosa es verdad, aquí se come bien… y ¿cómo es que no ha venido su marido a ver la propiedad?
Susi.- Porque es un cabrón. Me ha puesto la botella en la mano y me ha enviado por delante, ni recuerdo la excusa que ha dado. No le gusta verme sufrir y ha debido pensar que es mejor que pase el disgusto sola. Y ya lo ve, me presento con esta botella de vino y me la bebo en este horro… horre…
Albacea.- Hórreo… Tienen una magia especial, y es un buen sitio para beberse una botella de vino o de lo que sea. ¿No nota las buenas bibraciones?
Susi.- Sí que las noto… Seguro que acabo medio borracha, y cuando estoy así no se decirle que no y seguramente abusará de mi varias veces, hasta que se canse y me deje dormir la mona… sin respetar siquiera que estoy enfadada.
Albacea.- (le coje la botella y da un trago largo) Lo dice usted de una manera…
Susi.- Con crudeza.
Albacea.- Sí ¿Cuántas veces cree que abusará de usted?
Susi.- Tres o cuatro, o puede que más, es un cerdo obseso.
Albacea.- Ya, y usted no sabe decir que no.
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